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LA SOLUCION A LA CRISIS DE CONFIANZA EN EL MERCADO HIPOTECARIO: LAS NUEVAS HIPOTECAS BASURA (LAS HIPOTECAS “LIMONES”)

Publicado el 17 de Septiembre del 2008

     En el argot de los analistas económicos del Derecho se recurre al apelativo de “limones” (“lemons”), para referirse a un supuesto fallo de mercado –desviación del paradigma de competencia perfecta- que aflora en las “relaciones de agencia” (“agency”) cuando, por asimetería informativa, una de las partes, por falta de información, no está en condiciones de cerciorarse de las cualidades intrínsecas de un bien negociado (“hidden characteristics”). También se aplica a ciertos servicios cuando los demandantes no son capaces o no tienen incentivos para diferenciar los que son “buenos” de los “malos”. Como ocurre con los coches de segunda mano (llamados en América “limones”) o los contratos de seguro. En estos casos, el consumidor o usuario que no “descuenta” el riesgo de que el bien que compra esté “averiado” (la acidez del limón) puede quedar sorprendido en su buena fe. Por supuesto que todo ello se refleja en el mercado, con el riesgo de que los bienes y servicios malos expulsen a los buenos.

     

     Este excurso vale para describir la nueva contribución de la DGRN al problema de la crisis de confianza en los mercados hipotecarios. Que pasa por abdicar de su competencia y ordenar que hagan lo propio “sus” subordinados. En suma, se bendice la innovación financiera en el mercado consistente en las nuevas hipotecas-basura o hipotecas “limones”. La solución es ocurrente aunque haya a quien le parezca aberrante: prescindamos de mecanismos independientes de “señalización” de los defectos intrínsecos de los productos lo que constituye un remedio tradicional al problema “limonero” ( traducción, en nuestro caso: la calificación del Registrador con efecto “signalling” de las hipotecas con cláusulas nocivas) con la esperanza de que la asimetría informativa (el deficit informativo del usuario de servicios financieros) sea irrelevante. Que ya se portarán bien, se piensa, suponemos, las entidades de crédito y asociaciones hipotecarias y sus servicios jurídicos competentes en la nueva ingeniería financiera; en el diseño ingenioso de la versión hispánica de las hipotecas-basura o “limones”. Todo lo cual no deja de sorprendernos por lo audaz de la tesis y de la medida recomendada desde el Ministerio de Justicia, en unos momentos en que ninguno de los analistas financieros y políticos recomiendan soluciones como las descritas, de desmerecimiento de los controles independientes de calidad de los servicios financieros. Confianza ciega tal como la demostrada por Doña Pilar Blanco Limones en la bondad de las fuerzas del mercado para corregir abusos de quien fija unilateralmente el clausulado de los contratos, sobre todo después de la intervención americana del Estado en el sector, no se encuentra, que sepamos, en muchos sitios. Quizás quiera verse en ello una nueva vacuna, solución médica que consiste en inocular el mismo vicio causante de la enfermedad para producir efectos terapéuticos. A lo mejor, a lo peor, tenemos una ingenua DGRN que piensa en la homeopatía jurídica y estima que el contrarremedio –menos control cuando se necesita más- se dispensa en pequeñas dosis con resultados sanatorios del enfermo.

     

     De cualquier menera que sea, quede dicho que el invento se nos antoja revolucionario en tiempos de crisis de confianza.

     

     Porque es notorio –damos fe- que existe una gran alarma social ante la crisis de la liquidez que ya estamos soportando y que afecta muy especialmente al sector inmobiliario y al mercado de créditos hipotecarios. Se plantea, como es obvio, la eventualidad de un contagio de los problemas norteamericanos y sus hipotecas basura en relación con nuestra desfallecida economía. La cosa es que quizás no esté nuestro sistema financiero tan blindado como se nos quiere hacer creer en la presente situación de globalización, y en relación con una economía relativamente modesta y muy dependiente del comercio exterior como la nuestra. Mucho más cuando estamos singularmente expuestos a la burbuja inmobiliaria.

     

     Digámoslo de una vez: han fallado en EEUU los mecanismos que los economistas califican de “gatekeeper” (guardabarreras). La “idea-fuerza” que estos mecanismos y técnicas regulatorias sirven es muy sencilla, ponerla en marcha de una manera eficiente es cuestión mucho más compleja. Siempre existe la tentación por parte del regulador de abaratar costes de administración del sistema de control y por parte de los “guardabarreras” cabe conjeturar una tentación por obtener ventajas del supuestamente controlado. De cualquier modo, lo que está claro es que en situaciones de grave conflicto de intereses, no puede darse libre curso a las fuerzas del mercado porque se producen asignaciones ineficientes de recursos. Pasó ya con lo de Enron y los auditores que, vinculados a las compañías, como las agencias de rating, perdían su independencia y defraudaban las expectativas de un control independiente de los supervisados.

     

     Los bancos concedentes de créditos se lanzaron en EEUU a una carrera alocada de financiaciones “basura” en favor de acreditados de insolvencia cuestionable, sin que los mecanismos de supervisión y control funcionaran adecuadamente. Así las cosas, no es inhabitual que las deficiencias de funcionamiento de un gatekeeper se contagien en cadena a las de otros que trabajan en su proximidad. Muchos han sido los culpables: los responsables de los sistemas internos de control de riesgos; las agencias externas de evaluación de riesgos; las compañías tasadoras; los auditores; los organismos de supervisión de los mercados de capitales y de los mercados financieros; las agencias estatales y públicas de supervisión de solvencia etc…

     

     En tiempos de tribulación toda prudencia se agradece. Resulta sencillamente temerario plantear reformas radicales cuando no existan razones muy ponderadas para hacer el cambio. Sobre todo, en áreas y sectores del mercado y de sus agentes que han funcionado correctamente. Es sencillamente suicida plantear en estos momentos un desbaratamiento de la calidad de los controles preventivos ex ante de las hipotecas aunque sea en los aspectos del clausulado jurídico. Que se haya otorgado carta de naturaleza a las hipotecas basura “ a lo Pilar Blanco”, con diseño predispuesto a gusto de la entidad de crédito y con acceso directo sin interferencias supervisoras al juez que despacha la ejecución, es una decisión del Ministerio de Justicia que difícilmente puede compartirse. No sólo por egoistas intereses corporativos. A menos, claro es, que se sea un aventurero de lo imposible, con tanta osadía como falta de solidaridad con los sectores económicos más desfavorecidos. Que no deja de ser pintoresco que por un lado la economía liberal por excelencia intervenga el sistema financiero sin reparos y por otra que, interpretando de manera curiosa la solidaridad con los desfavorecidos, la titular del centro directivo bendiga a quien bendice.

     

     Arbo ha denunciado la doctrina “Limones” sobre hipotecas basura al Ministerio de Consumo. Amén, claro es, del recurso ante los tribunales de Justicia frente ante tan inicua como ocurrentísima resolución.






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